domingo, 5 de agosto de 2012

Marburg an der Lahn

Nos levantamos y desayunamos en el Hostel. Luego hicimos el check-out, bajamos todas las maletas al sótano y las metimos a las jaulas/lockers para pasear un rato antes de que nos recogiera la gente de S+W Marburg. Cruzamos el río, vimos gente compitiendo remo en el Main, la feria estaba llena. Creo que este fue el día en que caminamos más (porque ya no teníamos pase para el transporte público). Caminamos al Alt-Sachsenhausen con la esperanza de que el Atschel estuviera abierto y así lo encontramos. Nos sentamos en una mesa porque aquí no se acostumbran hosts y esperamos a que nos preguntaran qué queríamos de tomar y comer. Yo pedí Apfelwein, que sabía parecido a vino blanco, y compartimos Schnitzel mit Frankfurter grüne Soße y otro platillo con cerdo al vino tinto que venían acompañados con papas horneados y noodles respectivamente, más un plato de ensalada de lechugas con tomate, pepino y rábano en un aderezo de yoghurt o crema ácida. Estuvo de-li-cio-so. Los platillos estaban enormes y el grüne Soße se robó mi corazón (es un aderezo a base de yoghut o crema ácida con hierbas, muy típica de Frankfurt). Después nos apresuramos al Hostel para estar a tiempo cuando pasaran por nosotros.

Subimos el maleterío al lobby y estabamos a las 4:30 pm en punto esperando el camión que, como yo me esperaba, llegó 50 minutos tarde cargado de gente y maletas arriba y abajo. Subimos las maletas y ahí conocí a todavía más compañeros del DAAD de diferentes universidades de México y conocí a Juan, quien también va a hacer un semestre de intercambio en Schwenningen. Una hora después de ver muchos paisajes con árboles altos, cerritos verdes y una que otra vaca, llegamos al prometido McDonald's a cenar, ya que casi todos los establecimientos cierran en domingo. Y por fin conocimos al importante Herr Jürgen Kalinna. Estuvimos 30 minutos ahí y después nos repartieron: el camión o el taxi. Me tocó ser enviada en taxi a la persona que me adoptó por poco más de un mes. El chofer era un señor turco al cual le pregunté un par de cosas, como el nombre del río que iba a nuestro lado derecho: Lahn. Subimos una colina y llegamos a un área lleno de casas muy bonitas. Yo fui la primera en ser entregada. El chofer turco me indicó subir las escaleras con él y vimos la primera puerta cuyo timbre tenía un nombre distinto al de mi familia. Avanzamos por un lado a la siguiente puerta y sucedió lo mismo. Rodeamos la casa hasta lo que yo creía era invadir el patio para encontrarme con la puerta de Dr. Hein quien atendió inmediatamente al timbre. 

Una señora un poco más alta que yo, de complexión grande, melena pelirroja y facciones nobles me saludó y yo le dije "Hallo, Ich bin Scarlett." "Aus Mexiko?" "Ja!" Es muy extraño llegar a la puerta de un desconocido con la intención de vivir en su casa un mes pero todo fluyó tan natural que me sentí a gusto. Entrando hay un pasillo y unas escaleras, en el segundo piso vive Ying Mi (creo que así se llama) una mujer koreana de 35 años que dá clases de inglés y está buscando realizar más estudios quien también vive con la Dra. Hein. Entrando en el primer piso a la derecha se encuentra la cocina, conectada al comedor. Tengo un espacio para mí en el refrigerador, tengo permiso de usar la estufa y horno así como utensilios y vajilla con la condición de lavar lo que use inmediatamente después de comer. Regresando está la sala en un cuarto aparte, y después están las recámaras.
Al fondo se encuentra el baño. Tengo que limpiar las paredes de la regadera inmediatamente después de bañarme y no puedo dejar mis cosas en el baño lo cual no es problema porque mi cuarto es bastante amplio. Afuera del baño, mi cuarto y el cuarto de Dr. Hein se encuentran frente a frente. En mi cuarto hay varias estanterías, una cajonera, un armario, un escritorio, mi cama y tapetes. La ventana tiene vista al jardín y hasta ahorita estoy muy contenta con esta experiencia.

Platiqué un rato con Dr. Hein, en alemán, quien me ofreció pan, carnes frías y tomate con un vaso de agua mineral para antes de irme a acostar. Platicamos de muchas cosas básicas, lo que decía mal me lo corregía y en lo que no sabía decir, me daba a entender y me ayudaba. Me mostró la parada del autobús que me queda muy cerca, a dos casas. Ahora sí las cosas están cambiando.

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