sábado, 1 de septiembre de 2012

Norman Foster: ich bin immer dein

Salimos directo a ver el Muro de Berlín. Hay una fracción del muro llena de murales de colores, frases, significados y muchas firmas de turistas. La recorrimos toda, nos tomamos fotos, pintamos nuestras manos con Sharpie y dejamos huella de México en el muro. Después vimos el Brandenburger Tor y caminos al Reichstag a través del Tiergarten, una parque enormísimo, es literal un bosque enmedio de la ciudad. Hicimos una reservación para poder entrar a la cúpula diseñada por Norman Foster y dar el recorrido con la audioguía gratis.

Después decidimos ir a comer a los Kebaps Hissar que le recomendaron a Iván, le dijeron que eran "los mejores Kebaps de Alemania". El problema fue que no le dieron la dirección exacta por lo que tardamos dos horas en llegar al lugar. Fuimos a dar con un mercado turco donde vendían diez limones a un euro ¡era una ganga! y se veían muy bien. Generalmente cuestan dos limones un euro, por eso no he probado limón desde que dejé mis tierras mexicanas, pero algún día me daré el lujo. ¡También vendían harina de maíz a 1,50! Todo tipo de frutas, verduras, panecillos, artefactos, chucherías, ¡palotes para tortillas! En fin, dimos con los Kebaps y no sé si fue porque tenía hambre o porque todos los Kebaps que había probado antes estaban gachos, pero éstos me gustaron mucho. Y más con el queso que le echaron, según yo era queso feta y el Kepan en sí estuvo delicioso.

Como perdimos mucho tiempo en encontrar este lugar turco, ya era hora de regresar al Reichstag a nuestro recorrido. Hace poco más de un año estaba haciendo mi servicio social en el Museo MARCO y una de las primeras exposiciones por las que me tocó dar el recorrido fue la de maquetas del arquitecto Norman Foster. Tiene un estilo moderno, le gusta jugar con formas, vidrio, altura, bases, y siempre incluye elementos ecológicos en sus estructuras y edificios que siempre son muy vistosos. Recuerdo que la primera maqueta que explicaba era la del Reichstag en Berlín, Alemania. Siempre la explicaba de lejos, veía la forma, cómo se eregían los corredores dentro, y siempre les preguntaba a los niños qué era lo que más les gustaba de ésta. Nunca pensé que fuera a estar tan cerca, que me pudiera tocar una foto con ella, que pudiera tocarla, que pudiera caminar dentro, dentro del increíble diseño de Norman Foster. En verdad fui feliz. Cada paso que daba no podía dejar de verlo y pensar "no puedo creerlo, no puedo creer que estoy aquí, es increíble...". La audioguía era impresionante, no había que presionar ningún botón, simplemente caminabas, subías la cúpula de cristal y la grabación te decía "para aquí, si volteas a la derecha verás la filarmónica, este edificio fue construido en..." y así, todo el camino. Te decía dónde parar, a dónde voltear, qué ver y la historia detrás de la arquitectura de la ciudad. En pocas palabras: estoy enamorada del Reichstag.

Terminamos regresando al depa de Gaby porque ya era tarde pero no sin antes hacer una parada en el súper Edeka donde compré Berliners, un típico panecillo dulce de Berlín, redondito cubierto de azúcar glas con relleno de frutos rojos. Es el panecillo más increíblemente delicioso que he probado en toda mi existencia. En pocas palabras: estoy enamorada de los Berliners.

Regresamos al depa de Gaby a cenar. Después alguien tocó la puerta, era Juan Carlos, a quien me había encontrado antes en Köln, hace unos dos fines de semana. Nos saludamos y platicamos un rato, después me dijo que varios iban a salir a un antro, que si quería ir. "Estás en Berlín, tienes que salir de noche en Berlín" me decía, y después de insistir varias veces accedí con la condición de que no me dejara sola.

Éramos unas doce personas, de los cuales tres éramos mujeres. Nos dividimos en cuatro pequeños grupos porque no dejan entrar a tantos hombres juntos, tampoco si son de la misma nacionalidad. Llegamos a un edificio bonito y desde abajo se podía ver que en el último piso, la terraza había luces de colores. El primer grupito de niños intentó entrar y no los dejaron. Fue entonces que tomamos un tren a otro lugar. Salimos de la estación y caminamos un poco hasta dar con unas amplias escaleras que bajaban a un barrio donde había gente, no mucha, pero en movimiento. Los edificios eran bajos y largos y las paredes de ladrillo estaban llenas de graffiti de colores fosforescentes. En una que otra esquina podías ver hombres parados observando, dealers. Pero la gente andaba platicando, caminando normal, de un lado a otro, disfrutando de la noche. Y yo sabía que mientras estuviera con Juan Carlos y el resto de los mexicanos todo estaría bien.

Derrepente por la calle vienen tres automóviles pequeños y azules, policías. La gente continuó caminando, dispersándose. Juan Carlos me tomó por el hombro y continuamos caminando hablando de temas de poca importancia y sin darnos cuenta, los policías ya se habían ido, como si nada hubiese pasado. Después logramos entrar todos a un antro que estaba cerca. Pagamos la entrada, nos sellaron la muñeca y nos adentramos a un cuarto con luces de colores, humo y música tecno. Todo el tiempo que estuvimos adentro la música fue exactamente igual. Los alemanes no bailan, brincan y mueven la cabeza. Individuales, enmedio del bullicio. Hacían lo mismo todo el tiempo. También vi la estrategia de los alemanes para bailar con una chava. Simplemente se seguían moviendo como troncos y se acercaban lentamente, "bailando" a una chava que estaba bailando sola enmedio de la pista. Pero ella lo ignoró. En verdad las técnicas de los alemanes son muy chafas. También me tocó ver a una persona en silla de ruedas enmedio del lugar, moviendo los brazos y la cabeza. Es interesante ver que estas personas casi no sufren de discriminación, o mejor dicho, la sociedad siempre busca incluirlos.

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